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Colombia fue la mejor selección de la Copa América, por rendimiento colectivo y por sensaciones futbolísticas, un equipo bien estructurado que creció en plena competencia en medio del pobre nivel futbolístico de la gran mayoría. Fue junto a Uruguay de lo mejorcito en un torneo que no pasará a la historia y menos con un campeón como Argentina, de tan discreto nivel que se terminó beneficiando de la facilidad de su calendario y de sus individuales que le sacaron de su atolladero colectivo. Argentina, ganó por jerarquía, una palabra que lastimosamente; Colombia, aún no puede conjugar.
Argentina actual campeón del mundo, venció en la final de Miami, porque tiene jerarquía, tiene tradición ganadora y porque su linaje vencedor no lo ha construido en 4 días, lo ha cimentado durante varios años y también con dolorosas derrotas de por medio. La "Albiceleste" tiró de personalidad y talla para vencer a una Colombia, que aparecía en la final con algo de favoritismo por su rendimiento enseñado a lo largo del torneo que con merecimientos le llevó a ser considerada la mejor selección; aunque al final, se marchó con las manos vacías, sin el título anhelado.
A Colombia le faltó el "centavo para el peso de siempre", el volver a dar lo máximo a la hora de la verdad, el exhibir personalidad y carácter el día decisivo, el dar la talla el día que tenía la enorme oportunidad de ganar un título de nuevo después de 23 años de sequía e incomprensiblemente, muchos jugadores de los que se esperaba lo máximo como James Rodríguez-elegido mejor jugador del torneo- Luis Díaz y John Córdoba no estuvieron a su mejor nivel. El equipo a nivel colectivo funcionó en el PT con la agresividad y la intensidad que mostró en el torneo y con los que consiguió comprometer a su rival; que sin embargo, le dio la vuelta a la película en el ST y tras la marcha de Leo Messi, mejoró en su frecuencia ofensiva hasta ganar en la prórroga por su inercia vencedora. Argentina no perdonó el día de la verdad; Colombia, sí.
Sin embargo, más allá del sinsabor de la derrota, el balance de la Selección Colombia es positivo ya que enseña un avance en su desarrollo futbolístico y sobretodo, porque fue capaz de demostrar que al margen de la reconocida calidad de sus futbolistas, es un equipo como bloque capaz de enseñar garra, talante y espíritu de sacrificio, algo contracultural a las selecciones Colombia de antaño.
Ésta Colombia de Néstor Lorenzo que alcanzó el nada despreciable invicto de 28 partidos, que venció con autoridad a potencias como Alemania, España, Brasil y Uruguay en distintos escenarios, ha sido capaz de contagiar a todo un país con su fútbol de alto vuelo lleno de calidad y de sacrificio, con un estilo marcado en el sentido colectivo, en donde la solidaridad y el compañerismo reina, en donde el bien común impera sobre el individual. Colombia marcha por buen camino y ojala continúe por el mismo para que por fin vea cristalizada su evolución y desarrollo en forma de títulos.
Ganar debe ser su premisa en adelante, para ello deberá mantener su idea de
juego ofensivo y propositivo y sobretodo, la concepción de que tiene un
bloque
capaz de jugar unido, capaz de defender y atacar como un conjunto. Necesita apuntalar diversas demarcaciones y continuar con una tarea de renovación necesaria para varias piezas que ya cumplieron su etapa.
El futuro apunta promisorio para esta
Colombia, que eso sí deberá asumir que necesita adquirir la
jerarquía necesaria para conquistar trofeos, el sentido de este juego. No debe ser más la Colombia, a la que siempre se recuerda por
jugar bien y no ganar. A la que siempre le faltó el
"centavo para el peso".
Juan Carlos Quiñonez Bonilla
Periodista Deportivo. Especialista en Fútbol Internacional
Graduado en Especialización de Scouting y Análisis del juego en MBP School of Coaches de Barcelona (España)
Editor Discoveryfootball.com
Miembro AIPS.
Experiencia periodística en Todelar Radio (Colombia), Fútbolred (Colombia), Cablenoticias (Colombia), Europa FM (España), Briefing Networks (España)
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